El Yoga es el sistema completo para el desarrollo integral del ser humano más antiguo que se conoce.

Se descubrieron imágenes grabadas en piedra de un yogui meditando en las tablillas encontradas en las ruinas de Mohenjo Dharo, una de las ciudades principales de la civilización del valle del Indo, de una antigüedad de al menos 5.000 años.

La tradición de la India, la mejor conservada del mundo, nos indica que el Yoga existe desde tiempos inmemoriales. Su finalidad es trascender los autoengaños y las falsas limitaciones que aflijen al ser humano y alcanzar Satchidânanda. Es decir, alcanzar un estado permanente de plenitud, consciencia y dicha supremas.

La tradición Gurukula, la transmisión oral del conocimiento del Yoga de maestro a discípulo, se remonta como mínimo a 7.000 años. No es hasta Patañjali, siglo IV de nuestra era, en que estas enseñanzas se ponen por escrito en sánscrito, grabadas en hojas de palma.

Mi tradición como profesor-divulgador de Hata Yoga se remonta al gran yogui-filósofo Shankarâchârya, fundador de la escuela Advaita-vedânta, considerado el gran unificador del Yoga y que vivió entre los siglos VIII y IX.

Mi maestro directo fué Svâmî Visnudevânanda, cuyos libros sobre la práctica del Yoga en occidente fueron pioneros y, de hecho, siguen siendo un clásico y un referente para cualquier practicante serio. “El libro de Yoga” y “Meditación y mantras” se reeditan contínuamente desde su publicación inicial, en una famosa colección de bolsillo.

Su maestro fué el gran guru Svâmî Shivânanda Sarasvatî, perteneciente a la orden de los Samnyâsin, monjes renunciantes y cuya vida de servicio a los demás le valió tras su muerte, una festividad especial en el calendario hindú por parte del gobierno. Escribió muchos libros, de los cuales tan solo un 30% están traducidos al castellano. Títulos como “Concentración y meditación”, “Senda divina” y “El pensamiento y su poder” se encuentran fácilmente en cualquier librería especializada.

  • Âsana o posturas que mediante presiones, estiramientos y formas, estimulan la circulación sanguínea y linfática, purificando y regenerando con precisión articulaciones, órganos internos y en general todos los sistemas que componen nuestro cuerpo físico.
  • Prânâyâma o respiración consciente, que facilita la interacción entre la mente y el cuerpo, mejorando la asimilación de los beneficios de las posturas y formando una base para tranquilizar y concentrar la mente.
  • Pratyâhâra o abstracción de los sentidos, cuya aplicación en la clase consiste en aprender a relajarse profundamente mediante técnicas inductivas.

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